Grecia, una performance radical / DIAGONAL
Laura Corcuera
01/08/15
El arte y la economía política se están pidiendo cita en Grecia. Como amantes secretos. Chupito de raki. Todo el planeta tiene puesto el ojo en una macroperformance europea con tintes similares a los de la Gran Depresión estadounidense de hace casi un siglo. Pero, ¿qué pasó en junio en Atenas antes del último shock del entramado neoliberal?
El arte y la economía política se están pidiendo cita en Grecia. Como amantes secretos. Chupito de raki. Todo el planeta tiene puesto el ojo en una macroperformance europea con tintes similares a los de la Gran Depresión estadounidense de hace casi un siglo. Pero, ¿qué pasó en junio en Atenas antes del último shock del entramado neoliberal?
Después de cinco meses de presiones y negociaciones, la Comisión de la Verdad sobre la Deuda creada por el gobierno de Syriza presentaba la primera parte de su informe de auditoría y reestructuración de la deuda. El FMI no iba a recibir un euro de lo que reclamaba ilegítimamente.
Al mismo tiempo llegaba a la ciudad La Pocha Nostra, el colectivo de chicanos maricas queer zombies rockys con base en San Francisco (EE UU) que lleva veinte años haciendo teoría y práctica, activismo y arte con sus performances. Guillermo Gómez- Peña (“la madonna de la performance”, como lo tildó una artista griega), Saúl García-López y Michèlle Ceballos se iban a reunir –acompañados de los asistentes Jess Balitronica, Predrag Pajdic y Fotini Kale– con 25 artistas rebeldes (la mitad de Grecia, la mitad de otros lugares) para entrenar durante doce días y clausurar el Festival Internacional de Performance de Atenas (un festival autogestionado, donde no hay presupuesto, pero si talento e intercambio de servicios, equipamientos, afectos y recursos.
Motos, cafés frapé, begleris, miradas humildes y sonrientes, mucha prensa, mucha manipulación mediática. Mucho desempleo, precariedad, movimiento, ambiente nocturno y bares llenos de gente. Se puede fumar dentro. Siempre un vaso de agua antes de pedir cualquier cosa.
Además de las imponentes huellas de la Grecia Clásica y de la religión ortodoxa, Atenas custodia balcones llenos de flores mediterráneas, calor sevillano, porches con pequeños comercios y mercadillos semanales. Viejos y viejas leen el periódico, charlan, juegan al ajedrez. Los estudiantes cogen el autobús, el metro, el tranvía. Todos beben café frío. Es una constante. Mirar la plaza Syntagma para no perder el norte y llegar a Pireos, la calle más larga de la ciudad que termina en el puerto de mar. En esta zona poligonera, obrera y migrante se ubica la Escuela de Bellas Artes de Atenas.
La comunidad
La escuela ateniense es un híbrido de centro social okupado e institución pública. Cientos de estudiantes investigan la creatividad plástica, moldean miedos y deseos. También ellxs se ven cortocircuitados por la presencia de la Pocha Nostra. Guillermo Gómez-Peña es una de esas personas insustituibles que comparte “formas radicales de vida”. Un entusiasta con criterio y talento antiautoritario para la dirección artística. Su vida es un universo estético cyborg-barroco, etno-caníbal. Con La Pocha sostiene “una maquiladora virtual, una fábrica de ensamblaje transnacional que produce metáforas, símbolos, imágenes y palabras para explicar las complejidades de nuestros tiempos. En spanglish, se traduce como impurezas o cartel de bastardos culturales”.
En una pausa del entrenamiento, Gómez-Peña confiesa: “Hoy veo mucho esencialismo y prejuicios en los círculos académicos y activistas. Esto me preocupa. Todos deberíamos aprender, por ejemplo, del Movimiento de los 400 pueblos de México. Cuando hay una situación muy grave y los medios no hacen caso, se juntan cientos de personas en el Zócalo del DF ¡Y se desnudan! Hombres, mujeres, niños, viejos... Sus cuerpos, expuestos y marcados, abren el diálogo público”. Chupito de raki. “¿Cómo negociar hoy en Europa las zonas de conflicto?”, se pregunta antes de reanudar el trabajo en el teatro.
La Pocha Nostra indaga la autorregulación de la comunidad y del liderazgo. Su praxis artística es una suerte de geopolítica de las emociones. Ocho horas diarias de físico y técnicas performativas de composición. La Pocha evoca etnografías poéticas. Desde lo onírico, desde el autorretrato, el fetiche, lo queer y lo cómico. Escuchar, oler, tocar, chupar, sentir antes de mirar. Caminar a ciegas. Saltar en compañía. Tomar el pulso corporal. La piel con heridas. Decir con el cuerpo “mira, ésta es mi familia, mira éste es mi pueblo”. Presentar la locura de la razón contemporánea desde el cuerpo, los objetos y el espacio intervenidos. Crear arquitecturas de resistencia.
Efervescencia artística para un país estrangulado. “La nueva Berlín” es la expresión moderna que se oye en el barrio de Monasteraki para referirse a Atenas. Al lado, el barrio de Psiri y una antigua fábrica hecha centro cultural donde se acaba de programar un festival de circo. Cafés bonitos apilados como adosados en una plaza ajardinada llena de gente. Caminando se llega al Beaver, un bar de ambiente bollo que a veces programa eventos vinculados a los movimientos sociales helenos.
En el barrio de Syngrou-Fix, el Museo de Arte Contemporáneo de Atenas (EMST) espera una inauguración aplazada. Alternativa nocturna para una noche de caluroso junio, una jam masiva y bailonga en la Universidad Politécnica, en Exarchia, el barrio anarquista, escenario histórico de la capacidad movimentista y combativa, la represión policial y la lucha estudiantil. Cada cierto tiempo se hace un tremendo teatro, encapuchados (la mayoría chicos adolescentes) y antidisturbios preparados con lecheras, quema de contenedores, cócteles molotov y gas lacrimógeno.
Para Ally Walsh, investigadora y performer de origen sudafricano, “la metodología de la Pocha no ha terminado de practicarse del todo en Atenas. El aumento de la xenofobia (con Amanecer Dorado como principal bastión) y de la protección policial de los espacios públicos suponían demasiado riesgo para la integridad de estos artistas rebeldes”. Todas las intervenciones –salvando memorables excepciones en restaurantes del centro– se realizaron en la Escuela de Bellas Artes.
Walsh, que ha participado en el libro Inside/ Outside Europe: Performances of Capitalism, Crisis and Resistance, editado por Marilena Zaroulia y Philip Hager, y que verá la luz este año, insiste en recordar un pensamiento pochero: “Deberíamos retratar la obsolescencia de la idea de frontera (entre países, razas, culturas, identidades sexuales y de género, edades y clases económicas) a través de la potencia de la performance”.
El desnudo
La corporalidad y el desnudo emergen en todas las acciones de La Pocha. Vuelve a salir el debate y el tabú. “El problema es que el desnudo sea un problema”, dice Saúl García-López. Los artistas vuelven a debatir la función política del desnudo. Un desafío internacionalista: ¿Cómo trabajar con el cuerpo sin hacer daño? La clave se llama “ternura radical”, dice Gómez-Peña. Somos zombies postapocalípticos y amorosos.
“Ahora mismo en las calles de Atenas hay una conexión real entre arte y política” dice la artista visual Angeliki Tsoli
Irini, performer griega, afirma: “La comunidad griega todavía no está preparada para integrar el trabajo performativo de La Pocha. Como en otros lugares de Europa, tenemos demasiados miedos”. Salto a la obsesión del arte por la provocación. “La provocadora es Merkel”, dice Stephanos, pintor de Tesalonika. La performance, en su esencia, destapa cualquier atisbo de narcisismo camuflado bajo acción estética. La performance de La Pocha muestra también el dolor provocado por las políticas de austeridad y la gestión colectiva del mismo. Todo en código abierto, mutable y reapropiable.
Los proyectos artísticos colaborativos se convierten en comunidades efímeras con una apertura inusitada. Una comunidad de frikis contestatarios y generosos. Una comunidad humana que hace política y arte. Una comunidad descolonizada y desobediente, en las antípodas de grupos como el G8, el FMI o el Eurogrupo.
Pero las formas de expresión artísticas podrían rugir más fuerte. En Grecia, en Europa y en cualquier lugar de este planeta sometido a mercados globales esquizofrénicos y guerras permanentes. En opinión de la artista visual Angeliki Chaido Tsoli, “hoy el arte público es el camino más directo para decir algo. El espacio urbano europeo se ha transformado de nuevo en el ágora. Ahora mismo en las calles de Atenas hay una conexión real entre arte y política. Volvemos a ver un espacio urbano artístico masivo y energético. Pero me gustaría ver más colaboración y compromiso entre los artistas griegos. Me inquieta que haya gente que no se haya dado cuenta todavía de lo que está pasando y sólo se preocupe de sus circunstancias personales. ¿Cómo interpelarnos e interaccionar en estos momentos? Justo ahora deberíamos reflexionar más profundamente sobre esto”.
La mitología
El personaje mitológico de Áyax el Grande (Sófocles) recuerda hoy a la UE. Áyax confunde en su delirio un rebaño de ovejas con los líderes aqueos, Odiseo y Agamenón, y mata a todos los animales. Al despertar de su locura, ve que ha deshonrado su espada de guerrero y decide quitarse la vida. Theodoros Terzopoulos, director de Attis Theatre, decía sobre su obra Ajax, the madness (2013), “queríamos mostrar la paranoia de la guerra y la adicción, la violencia innecesaria que genera el alma humana”.
Efervescencia de una cultura popular comprometida. Eso es Atenas también. Sueño de una noche de junio
Sobre su obra Jenin (2006), basada en el poema de Etel Adnan y en la que trabajó en Atenas con veinte inmigrantes del Norte de Iraq, Terzopoulos contó para la plataforma Textures: “Lo importante son los pequeños gestos, las voces bajas y los silencios. Con esta última crisis europea –económica, pero sobre todo cultural, psicológica y ética– los grandes gestos están obsoletos. En la Europa de hoy, todos, extranjeros y nativos, sufrimos la misma incapacidad y debilidad al entrar en contacto con las estructuras de poder. La clase media se está desvaneciendo y está siendo reemplazada por una gran clase lumpen, que no es necesariamente una masa. Puede que la única respuesta a la explotación actual dependa de que esta mayoría social cree un cuerpo común. La conciencia política –que no tiene nada que ver con el origen étnico, sino con lograr una universalidad propia– podrá entonces surgir de este cuerpo colectivo”.
In medias res
Efervescencia de una cultura popular comprometida. Eso es Atenas también. Plantillas, grafitis, bailes, músicas, vídeos y mucho humor sobre la crisis del modelo neoliberal. Sueño de una noche de junio: antes de que vuelvan las manifestaciones ciudadanas contra la austeridad y empiece ‘Oxi’ la performance ciudadana del 5 de julio, llega un baile en la plaza de Exarchia con la población kurda que celebra dos cosas: los resultados de las elecciones turcas, donde el partido kurdo ha ganado representación, y la expulsión del ejército de ISIS de la ciudad de Kobane por parte de los rebeldes kurdos. Ondean las banderas kurdas. La bandera de la guerrilla mixta, regalada para la ocasión, se blandirá el 13 de junio en Territories of Crisis, la performance/live art/jam session que La Pocha Nostra presentó ante más de 500 personas en la Escuela de Bellas Artes de Atenas.
Quienes acudieron como público fueron testigos activos de un ritual estético, observadores de los demonios del capitalismo, de santos paganos, monstruos sociales, bohemias radicales, cyborgs migrantes y otras salvajes imágenes vivientes. Nada es ficción. Todo es auténtico.
Igual de auténtico que el archivo de prácticas despiadadas que la troika y el Eurogrupo han creado durante años y que hoy urge conocer, performar y quemar. Pero, ¿cómo performar la crueldad premeditada, reflexionada, deliberada? ¿Cómo gestionar los comportamientos tóxicos de la condición humana? Frente a la desafección de la política, quizás hoy el arte, en especial la performance, pueda volvernos a afectar. Brokers y banqueros sádicos incluidos.